Jesús llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «El que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí.
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Estos días atrás buscábamos la mansión, el hogar…,
hoy el pueblo de Israel se ve desterrado lejos de esa casa, de ese hogar, de esa mansión, suspira por el regreso.
Así es el ser humano cuando está lejos de su ser, de su esencia, de su espiritualidad…, añora el regreso.
El salmo refleja un profundo lamento y nostalgia por Jerusalén en medio del exilio babilónico. Expresa el dolor y la tristeza del pueblo de Israel al estar lejos de su tierra prometida y de su lugar sagrado. La imposibilidad de cantar los cánticos de Sión en una tierra extranjera subraya el desarraigo y la desolación experimentados por los exiliados. La súplica final de no olvidar a Jerusalén y de mantenerla en la cima de las alegrías personales refleja el anhelo de restaurar la conexión con su hogar y el deseo de volver a la tierra de sus sueños.
Este salmo evoca una profunda emotividad y una fuerte esperanza en la restauración y el regreso a la patria perdida.
Jaculatoria: ¡Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera!
o esta otra: «¡Señor-Adonai, no me olvides que anhela regresar a Ti!»
Paz y Alegría, hasta mañana.
Salmo 136
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.»
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha;
que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías.
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