Parque Iguazú, foto Adrián Nava

En aquel tiempo Jesús les dijo a los fariseos: Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores.
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«Lo conozco bien». Si es verdad esta expresión, se puede transmutar por esta: «Lo amo bien», con todo lo que significa. Se ama lo que se conoce y se conoce en profundidad lo que se ama. Por eso qué paz, ¡qué serenidad da recitar este salmo!
Decreto: «Señor, tú me sondeas y me conoces«.
O esta, maravillosa: ¿A dónde iré lejos de tu aliento?

Salmo 138 A

Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me envuelves por doquier,
me cubres con tu mano.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime y no lo abarco.

¿Adónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada? 
Si escalo el cielo, allí estás tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
tu diestra llegará hasta mí.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí», 
ni la tiniebla es oscura para ti, 
la noche es clara como el día.

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