En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Si alguno no os recibe o no escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de los pies».
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La presencia de Dios en la vida, da confianza, seguridad.
Da un sentido distinto a los acontecimientos de cada jornada: de «combates», «peleas».., para interpretarlos de forma renovada, distinta porque: «el hombre es igual que un soplo«…
Jaculatoria: «Extiende la mano desde arriba, defiéndeme«.
Paz y bien.
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Salmo 143
Bendito el señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;
mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.
Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.
Extiende la mano desde arriba;
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de las manos de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.
Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.
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