La llamada a la existencia, la convocatoria a venir al planeta tierra para formar parte del género humano no es un capricho tuyo o mío, sino una elección, una bendición, un envío. Por eso hay que estar atentos a los mensajes de quien nos envió, a la voz de su palabra que nos guía para no perder el sentido profundo de nuestra vida. Puedes repetir esta jaculatoria-mantra: «El envía su mensaje a la tierra y su palabra corre veloz»
Hasta mañana, paz y bien.
SALMO 147-146, II
Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.
Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;
hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.
Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.