Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?». En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
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En la segunda parte de este salmo, ahora el pide, –como recompensa a su heroica fidelidad– la protección de Dios.
En el Antiguo Testamento, todavía está sumergido, como raíz ideológica, este pensamiento de premio y castigo. Eres bueno, tienes premio. Pero el premio el castigo nacen del corazón y de donde pises. Jesús lo dijo muy bien: «el que siembra vientos cosecha tempestades» .
En cualquier caso que lindo ser guardado como a «la niña de tus ojos» o escondido «a la sombra de tus alas».
Mantra: Guárdame como a la niña de tus ojos.
o también, «Muestra las maravillas de tu amor«.
Paz y bien, hasta mañana
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Salmo 16 B
Yo te llamo porque me respondes,
inclina tu oído y escucha mi palabra.
Salvador de los que se refugian en ti,
muestra las maravillas de tu amor
ante quienes se rebelan contra tu diestra.
Guárdame como a la niña de tus ojos,
a la sombra de tus alas escóndeme
de los malvados que me asaltan,
del enemigo mortal que me acorrala.
Han cerrado sus entrañas, su boca habla con soberbia.
Mis piernas vacilan; ellos me asedian,
fijan en mí sus ojos para derribarme por tierra.
Son como un león ávido de presa,
como cachorro agazapado en su escondrijo.
Levántate, Señor, hazle frente,
doblégalo y con tu espada sácame vivo del malvado.
Mátalos con tu mano, Señor,
quítalos del mundo, erradícalos de la tierra.
A tus protegidos llénales el vientre,
que sus hijos queden hartos
y dejen el resto para los más pequeños.
Y yo, por mi inocencia, veré tu rostro,
al despertar me saciaré de tu presencia.
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