Amanece en Capão da Canoa, Brasil, imagen de Rocío Abril Viveros

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo
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«Me cercaban olas mortales…, me envolvían las redes del abismo«. ¿Te sentiste alguna vez así? Conozco muy pocas personas que ante estas situaciones, no levanten la voz, los ojos, el corazón, al Cielo…, casi ninguna. Puedes repetir con el salmista este decreto: «Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo«.
Este salmo tiene mucha fuerza liberadora, pero es un poco largo, por eso le hemos dividido en varias partes. Pero si te encuentras en algún laberinto fuerte es recomendable recitarlo y meditarlo entero.
También lo puedes escuchar,


Hasta mañana, bendiciones.

                                                                               

Salmo 17 I, (2-30)

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, mi escudo y peña en que me amparo,
mi fuerza salvadora, mi baluarte.
Invoco al Señor de mi alabanza
y quedo libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales,
torrentes destructores me aterraban,
me envolvían las redes del abismo,
me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor,
grité a mi Dios:
desde su templo él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos.

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