En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros».
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Dios juzga, no con severidad, sino con misericordia.
El salmista nos muestra como se presenta ante la justicia divina: no se justifica ni por sus buenas acciones, ni tan siquiera por su conciencia limpia, sino por la misericordia de Dios.
No te gloríes de tus buenas obras, no presumas y te consideres mejor que los demás, no te compares a nadie, pues, lo único que pueda salvarte, cuando estés delante de Dios, es su misericordia.
Mantra: «Tengo anti mis ojos tu amor»
Paz y bien, hasta mañana.
Escucha o lee:
Salmo 25
Júzgame, Señor, que obro con honradez,
si confío en el Señor, no vacilaré.
Escrútame, Señor, ponme a prueba,
aquilata mis entrañas y mi corazón;
porque tengo ante mis ojos tu amor
y camino con fidelidad a ti.
No me reúno con idólatras,
no tengo trato con los hipócritas;
detesto la banda de malhechores,
y con los malvados no me siento.
Me lavo las manos como inocente
y doy vueltas en torno a tu altar, Señor,
proclamando mi acción de gracias
y contando tus maravillas.
Señor, amo vivir en tu casa,
el lugar donde reside tu Gloria.
No permitas que muera entre pecadores,
ni que perezca entre sanguinarios
cuya izquierda está llena de infamia,
y su derecha repleta de soborno.
Yo en cambio obro con honradez:
sálvame, ten piedad de mí.
Mi pie se mantiene en el camino recto,
en la asamblea bendeciré al Señor.
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