Jilguero indefenso, imagen Adrián Nava desde el parque de Iguazú Argentina.

En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo: «Padre santo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad.».
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Dividimos este salmo en tres partes.
La seguridad del poema de hoy tiene su base, según el salmista, en  que Dios es su  roca y fortaleza. A pesar de los enemigos quieren eliminarle  se siente seguro y firme porque ha depositado su vida en las manos de Dios. Pero eso no evita que llegue el dolor, del que hablaremos mañana, ahora recuerda que solo en manos de Dios, se puede sentir uno plenamente seguro.
Mantra: Se la roca de mi refugio.
O también: Inclina tu oído hacia mí.
Escúchalo:

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Salmo 30 A

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo,
inclina tu oído hacia mí;

Ven aprisa a librarme,
sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;

por tu nombre dirígeme y guíame:
sácame de la red que me han tendido,
porque tú eres mi amparo.

En tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.

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