«Se le acerca un leproso a Jesús suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»»
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El sentimiento de culpa, el remordimiento puede dejar en el ser humano heridas muy profundas.
No temas a la misericordia de Dios, pero tampoco a la de los seres humanos.
¿Qué quiero decir? Disculpa y pide pide disculpas, vive esa experiencia, no la olvidarás nunca, te quedará grabada en el corazón.
Con respecto a Dios, El perdona siempre, recibe su perdón, aprende de su misericordia. Un corazón que recibe la misericordia de Dios nunca pierde la alegría, nunca.
Así termina el salmo: “Alegraos, justos, y gozad con el Señor; aclamadlo, los de corazón sincero”
Decreto: Al que confía en el Señor, la misericordia lo rodea.
Hasta mañana, paz y alegría.
Escúchalo o léelo:
Salmo 31
Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.
Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto
un fruto seco.
Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.
Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.
Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.
No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.
Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.
Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.
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