En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
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En esta segunda parte el salmista insiste en varias ocasiones en la súplica ante la situación injusta de acusación; pero, a pesar de todo, no se siente abandonado y da gracias a Dios, pues sabe que su inocencia saldrá a la luz y Dios le liberará. El está dispuesto a dar la cara, en esos momentos en que Dios parece ausente, y agradecerle.
Afirmación: Te daré gracias en la gran asamblea.
Salmo 34 B
Comparecían testigos falsos,
me interrogaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien
dejándome desamparado.
Yo en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía sayal,
me afligía con ayunos
y, en mi interior, repetía mi oración.
Como por un amigo o un hermano
caminaba de uno a otro lado,
como quien llora a su madre,
andaba triste y abatido.
Pero cuando tropecé, se alegraron,
se juntaron, se juntaron contra mí.
Me desgarraban por sorpresa,
me desgarraban sin parar.
Si caía, los burlones del entorno
rechinaban los dientes contra mí.
Señor, ¿cuándo vas a fijarte?
Libra mi vida de sus fosas,
mi única vida de los leones.
Te daré gracias en la gran asamblea,
ante un pueblo numeroso te alabaré.
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