Río Paraná frontera con Paraguay, imagen de Rocío Abril Viveros

Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar». Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a sentir tristeza y angustia.
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En esta segunda parte del salmo 34, el salmista insiste en varias ocasiones en la súplica ante la situación injusta de acusación; pero, a pesar de todo, no se siente abandonado y da gracias a Dios, pues sabe que su inocencia saldrá a la luz y Dios le liberará. El está dispuesto a dar la cara y agradecerle.
¿Sabes qué? La plenitud y la Paz no surgen de una vida sin dificultades, sino que brotan, en medio de ellas. Aún que estés en medio de ingratos, de resentidos…, no dejes que nada ni nadie te robe la paz y la alegría.
Decreto: Te daré gracias en la gran asamblea.

Alegría y Paz, a pesar de las dificultades…
Léelo o escúchalo:

Salmo 34 B

Comparecían testigos falsos,
me interrogaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien
dejándome desamparado.

Yo en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía sayal,
me afligía con ayunos
y, en mi interior, repetía mi oración.

Como por un amigo o un hermano
caminaba de uno a otro lado,
como quien llora a su madre,
andaba triste y abatido.

Pero cuando tropecé, se alegraron,
se juntaron, se juntaron contra mí.
Me desgarraban por sorpresa,
me desgarraban sin parar.

Si caía, los burlones del entorno
rechinaban los dientes contra mí.

Señor, ¿cuándo vas a fijarte?
Libra mi vida de sus fosas,
mi única vida de los leones.
Te daré gracias en la gran asamblea,
ante un pueblo numeroso te alabaré.

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