Atardece en el Río Paraná, vista desde Paso de la Patria, imagen Silvia Tabossi

Entonces Jesús les dijo: «Mi alma está triste hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo». Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo: «Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú». 
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En esta tercera parte el salmista describe la situación de acusación malvada en la que se mueve, acude a Dios como juez y de nuevo brota de su corazón un canto de acción de gracias que es duradero en el tiempo (todo el día).
Decreto: Y mi lengua anunciará tu justicia y tu alabanza todo el día.
Alegría y Paz,
a pesar de todo, siempre Paz y Alegría

Escúchalo o léelo:

Novena a San Antonio de Padua

Salmo 34 C

Que no canten victoria
mis enemigos traidores,
que no se hagan guiños
los que me odian sin razón;

porque hablan de paz
y contra los pacíficos de la tierra
traman planes siniestros.

Abren sus fauces contra mí; se carcajean:
Lo han visto nuestros ojos.

Tú lo has visto, Señor, no te calles,
Dueño mío, no te quedes lejos.
Despierta, levántate en mi juicio,
en defensa de mi causa, Dios y Dueño mío.

Júzgame según tu justicia, Señor Dios mío,
y no se reirán de mí,
ni pensarán: ¡Qué bien, lo que queríamos!;
tampoco dirán: ¡Lo hemos devorado!

Sean avergonzados y confundidos a una
los que se alegran de mi desgracia;
cúbranse de vergüenza e ignominia
los que se envalentonan contra mí.

Que se alegren y griten de júbilo
los que desean mi victoria,
y digan siempre: Sea enaltecido el Señor,
que da la paz a su siervo.

Y mi lengua anunciará tu justicia
y tu alabanza todo el día.

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