«Mas él, al oírlo, Jesús les dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»»
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¿Existe el mal? Ya hemos visto que es uno de los temas que tocan con frecuencia los Salmos. Pues claro, parece evidente.
¿Existe el bien? Pues claro, suele hacer poco ruido, pasa desapercibido, pero hunde las raíces en lo más íntimo del Universo.
A ti te toca elegir. Elige el bien y serás feliz. ¿No lo eres? Pues analiza, analiza, discierne, purifica, ora… Porque la Misericordia y el Bien son más fuertes que cualquier maldad.
El que siembra vientos recoge tempestades dice Jesús.
Afirmación: ¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor!
Hoy también tendrás que elegir. Feliz día. Bendiciones
Léelo o escúchalo:
Salmo 35
El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia».
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.
Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.
Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia, hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.
Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;
se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.
Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia, con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.
Han fracasado los malhechores;
derribados, no se pueden levantar.
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