Jesús les dijo: «Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar una vida o destruirla?». Y, echando en tomo una mirada a todos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo y su mano quedó restablecida. Pero ellos, ciegos por la cólera, discutían qué había que hacer con Jesús.
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La salud es uno de los dones más preciados del ser humano. La enfermedad no es el estado apropiado. Cuando llega puedes preguntarte, ¿para qué?.
Agradece la salud, ora por y con los enfermos y si llega pon colirio en tus ojos para ver el para qué se ha presentado en tu paso por el planeta tierra. Este salmo es el de la persona enferma en busca de respuestas. Puedes repetir este decreto, tomado del salmo: Señor mío, mis lamentos están ante ti.
Hasta mañana, paz y bien.
Hasta mañana, bendiciones.
Léelo o escúchalo:
Salmo 37 A
Señor, no me reprendas con ira,
no me corrijas con furor.
Tus flechas se me han clavado
y tu mano pesa sobre mí.
No hay parte ilesa en mi cuerpo,
a causa de tu enojo,
no me queda un hueso sano,
a causa de mi pecado.
Mis culpas sobrepasan mi cabeza;
como fardo pesado gravitan sobre mí.
Hieden mis llagas podridas,
a causa de mi insensatez.
Estoy encorvado, profundamente abatido,
todo el día camino sombrío.
¡Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi cuerpo!
Agotado, totalmente aplanado,
rujo y bramo en mi interior.
Señor mío, mis lamentos están ante ti,
no se te ocultan mis gemidos.
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