Y en el colmo del asombro decían de Jesús: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»
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El salmo trata un tema polémico: la enfermedad y su relación con el pecado.
Lo dividimos en dos partes pero es bueno leerlo entero. Lo de las dos partes es para asimilar mejor y «sorbo a sorbo».
El dolor físico, la enfermedad, tiene -según el salmista- una doble causa por una parte Dios, «tu enojo» y, por otra la del poeta, «mi pecado». Dios ha de aplacar su ira y el pecador confesar su culpa.
El salmista, mañana en la segunda parte veremos como confiesa su pecado y pone toda su confianza en Dios, que responderá. No pocas personas se han encontrado con Dios en la miseria del pecado o en el dolor físico de la enfermedad.
Jaculatoria: Señor Adonai no me reprendas con ira.
o también: Señor- Adonai no me corrijas con furor
Léelo o escúchalo:
Salmo 37 A
Señor-Adonai, no me reprendas con ira,
no me corrijas con furor.
Tus flechas se me han clavado
y tu mano pesa sobre mí.
No hay parte ilesa en mi cuerpo,
a causa de tu enojo,
no me queda un hueso sano,
a causa de mi pecado.
Mis culpas sobrepasan mi cabeza;
como fardo pesado gravitan sobre mí.
Hieden mis llagas podridas,
a causa de mi insensatez.
Estoy encorvado, profundamente abatido,
todo el día camino sombrío.
¡Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi cuerpo!
Agotado, totalmente aplanado,
rujo y bramo en mi interior.
Señor mío, Adonai, mis lamentos están ante ti,
no se te ocultan mis gemidos.
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