
Jesús les respondió: «Sea vuestro lenguaje: «Sí, sí»; «no, no»: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.»
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Es bueno, como receta general, hablar poco, lo justo, escuchar mucho. Pero en ocasiones tenemos la obligación de decir las cosas, de hablar para ayudar a la otra persona, para liberar un conflicto…
Habla solo después de haber tenido, como dice el salmo, “un oído atento”; habla en el momento adecuado, de modo adecuado, con respeto, con firmeza, con cariño, llamando a las cosas por su nombre, pero de forma suave y sin humillar a los demás….
Muchos corrigen, muy pocos saben el modo adecuado, con amor, con respeto y con belleza.
Como en el salmo, de tu boca “un canto nuevo”, “Oído atento”, «no mantengas los labios cerrados»,
Mantra: Llevo tu ley en mis entrañas
hasta mañana amigo-a. Feliz día.
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Escúchalo y léelo:
Hasta mañana, paz y alegría. Ve, Mira, Observa, Contempla.
Salmo 39 A
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito:
me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.
Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro;
nadie se te puede comparar.
Intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy
-como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad».
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
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