Cañón del Sil Ribeira Sacra, imagen de archivo deoao.org

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
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Lo que más deseo en el mundo es…., dices, con cierta frecuencia. Te lo he escuchado comentar hace algún tiempo. Te pregunto si eres feliz, porque ya se te ha cumplido el deseo. Me contestas:  ─ Ahora que me dice, fui feliz cuando se cumplió…, pero ahora ya deseo algo más importante…
Tú y yo somos seres que deseamos, forma parte de nuestra existencia. Puedes leer este artículo sobre el deseo, haz clic aquí.
Ahora bien, si siempre estás deseando lo que no tienes, no te queda tiempo para gozar, disfrutar, regocijarse,  deleitarse…, de lo que ya tienes hoy.
No te centres tanto en lo que deseas, mira más a lo que ya ES, ámalo, vívelo…
Pasa un buen día, regocíjate con las cosas cotidianas, disfruta de la comida, del sol, del frío…, deja de desear tanto, tu día será maravilloso.
Solo el encuentro con Dios, con el infinito puede calmar, colmar todos los deseos, fíjate en el salmo de hoyes sabiduría divina.
Jaculatoria: Como busca la cierva corrientes de agua.
Hasta mañana, ¡sé feliz hoy, con lo que hay!.

Paz y bien. Léelo o escúchalo:

Hoy es la fiesta de un hombre al que tengo muy presente en mi vida, se llama Sebastián de Aparicio, lo quieres conocer, haz clic aquí.

Salmo 41

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;

tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?

Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»

Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».

Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.

Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.

De día el Señor-A
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.

Diré a Dios: «Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando, sombrío,
hostigado por mi enemigo?»

Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».

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