Imagen de Araceli Viveros

El dolor y el sufrimiento de la ausencia que padece el pueblo lejos de su tierra son entregados en manos de Dios.
Y, el salmista, desde el exilio pide que  respuesta a Yhavé Dios, que haga justicia que envíe su «luz y  su verdad».
Con esa confianza empieza ya a divisar el monte Sión, la morada de Dios, la vuelta a casa…y suena en su corazón una llamada a la esperanza y a la alegría.
Decreto: «Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen«.
Hasta mañana, bendiciones.
Te propongo esta oración:

¡Oh Dios que nos has hecho hijos de la Luz; haz que no nos dejemos envolver por las tinieblas del error y la ignorancia sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la Verdad y la Sabiduría.
Amen. Amen. Amen
.

Léelo y escúchalo:

Salmo 42

Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».

***

¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!

También te puede interesar,

La religión como brújula

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *