El dolor y el sufrimiento de la ausencia que padece el pueblo lejos de su tierra son entregados en manos de Dios.
Y, el salmista, desde el exilio pide que respuesta a Yhavé Dios, que haga justicia que envíe su «luz y su verdad».
Con esa confianza empieza ya a divisar el monte Sión, la morada de Dios, la vuelta a casa…y suena en su corazón una llamada a la esperanza y a la alegría.
Decreto: «Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen«.
Hasta mañana, bendiciones.
Te propongo esta oración:
¡Oh Dios que nos has hecho hijos de la Luz; haz que no nos dejemos envolver por las tinieblas del error y la ignorancia sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la Verdad y la Sabiduría.
Amen. Amen. Amen.
Léelo y escúchalo:
Salmo 42
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
***
¿Ya conoces nuestro canal de YouTube? ¡Suscríbete!
También te puede interesar,