
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo.»
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En el fondo el ser humano desea tener siempre de su lado, la razón y, cuando alguien se la discuta, alguien que le defienda. “yo me arreglo solo/a suelen decir, no hay quien me defienda”.
Por eso, a veces, rezamos para tener a Dios de nuestra parte, que nos defienda, como en el caso del salmo de hoy.
No te agobies, pase lo que pase, únete a la oración del salmista, “envía tu luz y tu verdad que ellas me guíen…”
Buena jornada en la luz y la verdad. Paz y bien.
Léelo y escúchalo:
Salmo 42
Hazme justicia, oh Dios, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío».
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