Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
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El salmo relata uno de los acontecimientos más entrañables del ser humano, una boda, la unión del hombre y la mujer.
La reina-esposa avanza, con su séquito nupcial cargada con los dones, hacia el rey, que la espera prendado de su belleza. Los esponsales son en la Biblia símbolo de la unión del ser humano con Dios.
Puedes repetir esta jaculatoria-mantra: «Las traen entre alegría y algazara«.
Bendiciones, hasta mañana.
Léelo- escúchalo:
Salmo 44 B
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
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Sí, lo es, hija, sí lo es. La mujer reina, que atiende y es atendida por su rey. Que disfrutes del sol de la Belleza cada día. Bendiciones.
Hermoso! Me encantó!