
Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de rapiña e intemperancia!»
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En esta parte del salmo entramos en el segundo conflicto entre Dios y su pueblo que no cumple sus compromisos e intenta, como veíamos ayer, engañar a Dios con sacrificios, oraciones y cultos.
El juicio se celebra en la capital del reino: en Sión. Los testigos son cielo y tierra. El juez aparece con magnificencia y poder. El acusado es el pueblo que desprecia y se aprovecha del prójimo, mientras con la boca recita los mandamientos divinos. Si no cambia, sufrirá un severo castigo. La hipocresía es fatal para el ser humano. A Dios no se le puede engañar.
Decreto: al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.
Paz y bien. Hasta mañana.
Escúchalo o léelo:
Salmo 49 C
Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?
Cuando ves un ladrón, corres con él;
te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;
te sientas a hablar contra tu hermano,
deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.»
Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.
El que me ofrece acción de gracias,
ese me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.
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Guíame Señor por el buen camino!