imagen de Francisco J Castro Miramontes, franciscano en O Cebreiro

«Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,»
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Si nos descuidamos –lo dices con cierta congoja– da la impresión que en el mundo de hoy parece que vivimos para pagar cuentas.
Pero no es así. Parte de la vida, sí lo es, pero no la más importante. Lo que de verdad hace feliz al ser humano va por otro camino.
Aprender esta sutil diferencia forma parte del camino de la felicidad, trabajar para vivir o vivir para trabajar.  Si uno le da el lugar adecuado y la intencionalidad correcta, −en la existencia de cada día− al dinero y a lo material, todo es más llevadero.
La diferencia no es entre pobres y ricos; sino entre aprender e irse en paz; o no aprender e irse amargado de este pequeño planeta llamado tierra.
Hasta mañana, paz y bien.
Decreto: El Señor (Adonai) habla, convoca a la tierra de oriente a occidente.

Léelo – escúchalo:

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Salmo 49 A

El Dios de los dioses, el Señor, habla:
convoca la tierra de oriente a occidente.
Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece:
viene nuestro Dios y no callará.

Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra,
para juzgar a su pueblo.

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

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2 thoughts on “Salmo 49 A, de oriente a occidente, ocho de marzo

  1. Hermosa reflexión, Gumer. También comparto la de Horacio. No nos dejemos engañar, ni siquiera, preocupar, por lo que es pasajero. Volvamos al Cristo en nosotros.

  2. Es sin lugar a dudas, el mayor reto que tenemos en éste momento las personas.
    Aumentado y camuflado en estrategias publicitarias, quienes más y quiénes en menor medida, perseguimos esa supuesta felicidad «prometida y reservada», solo para aquellos que logremos alcanzar y poseer ese preciado bien.
    No queda nadie fuera de éste círculo, no importa clase social, raza, credo, edad o actividad que desarrollan, todos más temprano que tarde, abrazamos este concepto.
    Olvidamos en ese instante, lo elemental del ser humano, y es que, las personas somos seres sociales y, como tales, lo único que realmente no da felicidad, es la interacción con nuestros congéneres.
    Un consejo, si puedes sentarte a comer el mejor restaurante del mundo, trata de no estar solo. Pero, si tu plato de comida te lo ha obsequiado un alma caritativa, trata de compartirlo.
    Paz y bien.

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