Mis tulipanes están floreciendo, la belleza de las cosas sencillas, imagen de Anabela Santos

Jesús al oír a los fariseos , dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»

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El rey David es un gran rey, un gran hombre. A él se le atribuye este salmo, como reacción a unas grandes equivocaciones de las que pide perdón y se arrepiente. Haberse quedado con la mujer de uno de sus soldados y para no ser descubierto haberlo mandado matar…
Este es un salmo de misericordia entrañable, profundo y sincero  que nace de la realidad de la vida, de la miseria y la bajeza humana, pero que por muy grande que esta sea, la misericordia de Dios es siempre mayor.
De aquí salen decenas de maravillosas jaculatorias- mantras- decretos.
Te propongo este: «¡Oh Dios, crea en mí, un corazón puro!»
o también:
Te gusta un corazón sincero.
Hasta mañana, bendiciones.

Paz y bien, hasta mañana amigo-a. Bendiciones.

Escúchalo:

Salmo 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

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