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«Como ellos insistían en preguntarle, Jesús se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»»
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El rey David cometió graves maldades. Se equivocó feo, muy feo. Nadie está confirmado en gracia, ni nadie es perfecto. Pedir perdón a Dios, disculpas al que hemos podido ofender de alguna manera, no solo no es nada negativo, sino que es necesario para crecer como ser humano.
Este salmo es como un “detente”, un «stop» en la espiral del mal. Cuando alguien reconoce sus maldades, pide se disculpa y comienza una nueva espiral, la del bien.
Confía en la misericordia de Dios, reconoce tu situación, y, recuerda lo que pide el rey David, que es la jaculatoria-mantra que te propongo para hoy: Señor, “devuélveme la alegría de la salvación”.
Salmo profundo para meditar despacio.
También puede ser esta: ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro!


Bendiciones, hasta mañana.

Salmo 50

Misericordia, Dios mío por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame : quedaré más blanco que la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.

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One thought on “Salmo 50, devuélveme la alegría, quince de diciembre

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