Jesús le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
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La situación social y política, que veíamos ayer, puede ser cruel y atrae extraños compañeros de camino: violencia y discordia, falsedad y mentira, insidias y engaños…pero lo más doloroso y despiadado se da en la intimidad, cuando tu propio amigo y confidente te traiciona.
Nada puede hacer el salmista para liberarse de tan horrible compañía por eso pide que actúe Dios, que los confunda y lo invoca hasta llegar a la plena confianza en Él y ponerse en sus manos.
Qué hermosa la afirmación de hoy: Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará.
Paz y Alegría, hasta mañana.
Escucha lee:
Salmo 54 B
Si mi enemigo me injuriase,
lo aguantaría;
si mi adversario se alzase contra mí,
me escondería de él;
pero eres tú, mi compañero,
mi amigo y confidente,
a quién me unía una dulce intimidad:
juntos íbamos entre el bullicio
por la casa de Dios.
Pero yo invoco a Dios,
y el Señor me salva:
por la tarde, en la mañana, al mediodía,
me quejo gimiendo.
Dios escucha mi voz:
su paz rescata mi alma
de la guerra que me hacen,
porque son muchos contra mí.
Dios me escucha, los humilla
el que reina desde siempre,
porque no quieren enmendarse
ni temen a Dios.
Levantan la mano contra su aliado,
violando los pactos;
su boca es más blanda que la manteca,
pero desean la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero son puñales.
Encomienda a Dios tus afanes,
que él te sustentará;
no permitirá jamás
que el justo caiga.
Tú, Dios mío, los harás bajar a ellos
a la fosa profunda.
Los traidores y sanguinarios
no cumplirán ni la mitad de sus años.
Pero yo confío en ti.
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