Alto do Cebreiro, imagen de Francisco X. Castro Miramontes ofm

Como insistían, Jesús se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
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Ya conocemos este triángulo de tres personajes: el salmista- el enemigo- Dios.
Los enemigos son fieras agazapadas ávidas de presa, agresivos que pisotean al inocente. Este reacciona con cierto temor, con lágrimas y fatigas, pero sin perder la confianza en Dios.
Al reconocer que Dios está de su parte, –es la  misma respuesta de otros salmos–,  su boca se llena de alabanzas.
Es comprensible humanamente, el miedo y la huida ante los enormes peligros; pero también es posible y comprensible la plena confianza en Dios .
Por eso salmista repite, puede ser la jaculatoria de hoy: En Dios confío  y no temo.
Pero también puede ser este: Para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
Paz y bien, hasta mañana.
Léelo escúchalo:

Salmo 55
Confianza en la palabra de Dios

Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa.

Levántate en el día terrible,
yo confío en ti.

En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?

Todos los días discuten y planean
pensando sólo en mi daño;
buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.

Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu orbe, Dios mío.

Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.

En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?

Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.

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Abrazar La Luz

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