Jesús le dijo: «Recobra la vista, tu fe te ha salvado». Y enseguida recobró la vista y lo seguía, glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alabó a Dios.
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Ya conocemos este triángulo de tres personajes: el salmista- el enemigo- Dios.
Los enemigos son fieras agazapadas ávidas de presa, agresivos que pisotean al inocente. Este reacciona con cierto temor, con lágrimas y fatigas, pero sin perder la confianza en Dios.
El salmista, al reconocer que Dios está de su parte, -ya la conocemos de otros salmos-, su boca se llena de alabanzas.
Yahvé- Dios, es comprensible el miedo y la huida cuando ante los enormes peligros pero también es posible la plena confianza en Dios.
Por eso salmista repite, puede ser la jaculatoria de hoy: En Dios confío y no temo.
Pero también puede ser este el decreto: Para que camine en presencia de Dios a la luz de la vida.
Paz y bien, hasta mañana.
Léelo escúchalo:
Salmo 55
Confianza en la palabra de Dios
Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa.
Levántate en el día terrible,
yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean
pensando sólo en mi daño;
buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu orbe, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.
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En Dios confío, y no temo.