
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados – entonces dice al paralítico -: “Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se puso en pie, y se fue a su casa.
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En la existencia humana, casi siempre, es más importante lo que no se ve, que lo que se ve. “Lo esencial es invisible a los ojos», decía el Principito.
En situaciones de hostigamiento, acoso, ataques…, surge siempre una pregunta, ¿dónde está Dios?
La respuesta es: en el mismo lugar que estaba cuando todo te iba bien….,
Dios está siempre presente, activo, amoroso.
El que cambias eres tú y tus circunstancias.
Te propongo repetir esta jaculatoria-mantra, tomada de este salmo: «En Dios confío y no temo«.
Hasta mañana. Paz y bien.
Paz y bien, hasta mañana.
Léelo escúchalo:
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Salmo 55
Confianza en la palabra de Dios
Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
me atacan y me acosan todo el día;
todo el día me hostigan mis enemigos,
me atacan en masa.
Levántate en el día terrible,
yo confío en ti.
En Dios, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo:
¿qué podrá hacerme un mortal?
Todos los días discuten y planean
pensando sólo en mi daño;
buscan un sitio para espiarme,
acechan mis pasos y atentan contra mi vida.
Anota en tu libro mi vida errante,
recoge mis lágrimas en tu orbe, Dios mío.
Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
y así sabré que eres mi Dios.
En Dios, cuya promesa alabo,
en el Señor, cuya promesa alabo,
en Dios confío y no temo;
¿qué podrá hacerme un hombre?
Te debo, Dios mío, los votos que hice,
los cumpliré con acción de gracias;
porque libraste mi alma de la muerte,
mis pies de la caída;
para que camine en presencia de Dios
a la luz de la vida.
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