
En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orase, pero los discípulos los regañaban. Jesús dijo: «Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos».
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Es difícil al ser humano los sufrimientos de los inocentes. No se puede comprender por qué niños pasan hambre, frío, son utilizados como animales e incluso tienen experiencias fuertes en su más tierna infancia.
Niños que pierden la inocencia por las maldades de otros seres humanos que deberían ser sus protectores y guías.
Al recordar a esos niños inocentes que, según el Evangelio, murieron por orden de Herodes, tengamos presentes en la oración a los que sufren hoy en día en nuestra cultura, son maltratados o vilipendiados de su llegada al planeta tierra.
Al mismo tiempo pedimos que en nuestra vida siempre haya esa inocencia que nos hace ver a los demás con ojos compasivos, misericordiosos. Porque Herodes, rey tirano y violento fue derrocado, mientras que el reinado de la inocencia, la humildad, la sencillez y el amor perdura, no son derribados para siempre. Al final, la crueldad y la maldad no pueden con la inocencia y el amor.
Jaculatoria: Protégeme, Líbrame y Sálvame
o también: Tú, eres mi alcázar
Feliz día, hasta mañana.
Escúchalo:
Salmo 58
Oración pidiendo la protección de Dios contra los enemigos
Líbrame de mi enemigo, Dios mío;
protégeme de mis agresores,
líbrame de los malhechores,
sálvame de los hombres sanguinarios.
Mira que me están acechando,
y me acosan los poderosos:
sin que yo haya pecado ni faltado, Adonai-Señor,
sin culpa mía, avanzan para acometerme.
Despierta, ven a mi encuentro, mira:
tú, el Adonai-Señor de los ejércitos,
el Dios de Israel.
Estoy velando contigo, fuerza mía,
porque tú, ¡Oh Dios!, eres mi alcázar.
Que tu favor se adelante, ¡oh Dios!,
y me haga ver la derrota del enemigo.
Pero yo cantaré tu fuerza,
por la mañana aclamaré tu misericordia;
porque has sido mi alcázar
y mi refugio en el peligro.
Y tocaré en tu honor, fuerza mía,
porque tú, ¡oh Dios!, eres mi alcázar.
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artículo de Francisco X Castro Miramontes ofm