Variedad de Dalias en el jardín de la abuela, imagen de Paula González Meiriño

Jesús les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».
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El ser humano no está solo, nunca lo está. Hay formas de salir de esa situación de soledad triste que, muchas veces nos asola, nunca mejor dicho.
Una de ellas es mirar alrededor y descubrir que estás inmerso en la naturaleza, de que formas parte de ella, de que estás dentro de ella…
Cuando cuidas la naturaleza te cuidas a ti mismo, vives con en armonía; cuando la dañas, te perjudicas a ti mismo; te desequilibras. No estás solo, el planeta tierra es tu hogar, cuídalo, disfrútalo…
Puedes repetir esta frase del salmo como mantra de hoy: «La acequia de Dios va llena de agua«.
O también,  –y es increíblemente cierto–, Los valles claman y cantan
Hermoso el salmo de hoy.
Paz y bien, hasta mañana.

Escúchalo:

Salmo 64

¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tu escuchas las suplicas.

A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.

Dichoso el que tu eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;

tú, que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú, que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
los llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua
preparas los trigales;

riega los surcos, iguala los terrones.
Tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus Bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
y las praderas se cubran de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que claman y cantan.

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