Octava de Pascua
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: «La paz esté con vosotros». Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu (…) Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
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Leon Magno escribe: Los apóstoles y los discípulos de Nuestro Señor, como hijos sin padre y soldados sin capitán, habiéndose retirado llenos de temor en una casa, el Salvador se les apareció para consolarlos en su aflicción, y les dijo « ¿Por qué tienen miedo y están afligidos? (…) Ahora no teman más, que la paz sea en sus corazones.»
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Seguimos en ambiente de Pascua seguimos en Alegría y Paz. ¡La Paz con Vosotros! Saludaba Jesús
El Salmo nos muestra a Dios, protagonista, tanto en el cosmos como en la historia.
Todo el mundo, la tierra entera son invitados por Dios a participar en su obra.
Invitados a aclamar, cantar, alabar a Dios por su inmenso poder, por sus obras magníficas. Todos, incluso, los enemigos, reciben la invitación. Todos, –tarde o temprano–, tendrán que aceptarla, aunque sea a regañadientes. Todos invitados a la vida y a la alabanza.
Jesús resucitado es la mejor prueba de este Dios que es el verdadero protagonista de la Creación y la Historia.
Mantra: Venid a ver las obras de Dios.
O quizás este para estos tiempos: ¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba, nos refinaste como refinan la plata.
Hasta mañana, paz y bien.
¡Feliz Pascua de Resurrección!.
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Salmo 65 A
Aclama al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué terribles son tus obras
por tu inmenso poder tus enemigos se rinden!»
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres:
transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos con Dios,
que con su poder gobierna eternamente;
sus ojos vigilan a las naciones,
para que no se subleven los rebeldes.
Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.
¡Oh Dios!, nos pusiste a prueba,
nos refinaste como refinan la plata;
nos empujaste a la trampa,
nos echaste a cuestas un fardo:
sobre nuestro cuello cabalgaban,
pasamos por fuego y por agua,
pero nos has dado respiro.
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