Entonces Jesús les respondió: Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”.
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En esta segunda parte el salmista renueva la invitación.
Primero, lo leíamos ayer, se trata de ver las obras de Dios.
Hoy venid a escuchar.
Aprender a ver y a escuchar.
Ya saben el dicho popular: «no hay peor ciego que el que no quiere ver…, ni peor sordo que el que no quiere oír…»
Decreto: Dios me escuchó y atendió mi voz.
O también: Venid a escuchar.
Feliz día, paz y alegría.
Escúchalo:
Salmo 65 B
Entraré en tu casa con víctimas,
para cumplir mis votos:
los que pronunciaron mis labios
y prometió mi boca en el peligro.
Te ofreceré víctimas cebadas,
te quemaré carneros,
inmolaré bueyes y cabras.
Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.
Si hubiera tenido yo mala intención,
el Señor no me habría escuchado;
pero Dios me escuchó,
y atendió a mi voz suplicante.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.
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