En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: Los Profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos, que oiga».
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Y aquí está la conclusión de este salmo.
Pasamos de estar con el agua al cuello,
a poner el remedio: me acercaré a ti;
y ahora toca recoger los frutos.
Al sentirse escuchado por Dios, «levantado»,
del salmista brota un canto de alabanza,
proclamando la grandeza de Dios…
que renueva todo, lo reconstruye...,
hasta el corazón humano revivirá…,
no hay nada a que temer.
Afirmación: Buscad a Adonai (al Señor) y revivirá vuestro corazón.
Escúchalo:
Escúchalo:
Salmo 68 C
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
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Amén