Jesús les dijo: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer”
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En ocasiones vives emociones fuertes, como el salmista de hoy, que mueven el piso por donde caminas: insultos, vergüenza, oprobio, desfallecimiento e incluso más fuerte, veneno en la comida, vinagre como bebida.
Di con el corazón, “en el nombre de Dios no quiero eso para mi vida, acepto con paz y serenidad lo que Dios quiere para mí, en su nombre rechazo todo lo que me aparte de El”.
Lo que haces en nombre de Dios es para bien, incluso esas vivencias tan fuertes, por eso, más tarde surge el canto del poeta de este salmo que puede ser también una buena afirmación:
“El nombre de Dios celebraré, lo ensalzaré con acción de gracias….”
En nombre de Dios celebra y agradece. Bendiciones, hasta mañana.
Dios mío, ven en mi auxilio
Dios mío, dígnate a librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Sufran una derrota ignominiosa
los que me persiguen a muerte;
vuelvan la espalda afrentados
los que traman mi daño;
que se retiren avergonzados
los que se ríen de mí.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
y digan siempre: «Dios es grande»,
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desgraciado:
Dios mío, socórreme,
que tú eres mi auxilio y mi liberación.
¡Señor, no tardes!
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