Atardece en Saint Martin d’Ardèche, Francia, imagen de Emma Quiroz

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
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El que tiene poder, en este caso el rey de Israel, ha de ser justo, ha de traer la paz, ha de ser humilde.
El rey tienes poderes, pero tú también eres poderoso.
El poder no es malo en sí mismo pero sí se puede transformar en perverso, dependiendo en cómo se ejercita.
¿Cómo ejercitas tu poder?
Dice el salmo: sé justo y misericordioso, como tu Padre Dios, es justo y misericordioso, de esta manera colaboras en que se implante el Reino de Paz en el mundo.
Puedes repetir este mantra-jaculatoria, tomado de este salmo: «Que florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna«.
Bendiciones, hasta mañana.

Escúchalo:

Salmo 71 A

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rijas a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.
Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.
Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia al césped,
como llovizna que empapa la tierra.
Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna.
Que domine de mar a mar,
del Gran Río hasta el confín de la tierra.
Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.
Que los reyes de Saba y Arabia
le ofrezcan sus dones,
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

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