
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
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Dios interviene, como muestra el salmista, en la historia de Israel.
Dios interviene en mi historia, en tu historia. No hagas como el pueblo de Israel que no escuchaba… Escucha, escucha atentamente. El universo habla, la naturaleza habla, los demás te hablan, todo habla…, Dios se comunica constantemente…, pero en “corazón duro”, como dice el refrán popular “no entra bala”. ¡Escucha!
Puedes repetir esta jaculatoria-mantra: «Ojalá escuche hoy la voz de Dios en mi corazón«.
Hasta mañana, paz y bien
Salmo 94
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes.
Suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto:
cuando vuestros padres me pusieron a prueba,
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.»
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso.»
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