
«Marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: .«El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»»
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En el Antiguo Testamento hay cuatro grandes peligros: desierto, calabozo, enfermedad (les he puesto un numerito en el salmo, entre paréntesis para que sea más fácil reconocerlos). Y de la cuarta hablaremos mañana. Tres terribles peligros, –siguiendo a Dios no podría ser de otras forma– con sus correspondientes respuestas: 1. del hambre y la sed del desierto al camino recto, hasta la ciudad amurallada; 2. de la oscuridad de la prisión a la luz de la libertad; 3. de la enfermedad a la salud.
En medio de todas estos peligros un grito unánime que te propongo como Jaculatoria:
Dad Gracias al Señor-Adonai porque es bueno
o esta:
Dad Gracias al Señor-Adonai por su misericordia.
Paz y Bien Paz y Alegría. Hasta Mañana.
Salmo 106 A
Dad gracias al Señor-Adonai porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor-Adonai,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.
Erraban por un desierto solitario (1),
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor-Adonai en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada.
Den gracias al Señor-Adonai por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.
Yacían en oscuridad y tinieblas (2),
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despreciando el plan del Altísimo.
Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.
Estaban enfermos (3), por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor-Adonai en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Dad gracias al Señor-Adonai por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.
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Las respuestas a los peligros venían del «más allá», o ¿de dónde?, tú ¿has puesto alguna vez el Cielo a trabajar?,