El refrán «Vender miel al colmenero» refleja la dificultad de ofrecer algo a alguien que ya lo domina o lo posee. Se le atribuye con frecuencia al fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá, quien lo usaba con gracia al hablar con sacerdotes, comentando: “¡Qué difícil es vender miel al colmenero!”. Aunque la expresión tiene sentido, a lo largo del tiempo he llegado a la conclusión de que, de una manera u otra, todos hemos tenido que “vender miel al colmenero” en algún momento.
De hecho, aquellos que han dejado una huella en la humanidad lo hicieron precisamente al lograrlo. Escrivá, por ejemplo, tuvo gran éxito predicando entre sacerdotes; miles de ellos siguieron su ejemplo y adoptaron su espiritualidad. En otras palabras, fue un «buen vendedor de miel» entre colmeneros.
La miel pura siempre encuentra un comprador
Recientemente, mientras esperaba en la Sala de Urgencias, vi una noticia en la televisión sobre la adulteración de productos, y mencionaban que uno de los más falsificados es la miel. Esta idea me recordó la importancia de la pureza. Un colmenero que ama su trabajo y cuida a sus abejas aprecia la miel pura, y está dispuesto a comprar la de otro colmenero si es auténtica. Incluso puede ayudarle a mejorar la propia y compartir avances con sus colegas.
Sin embargo, aquellos que adulteran la miel, que solo buscan ganancias rápidas, rechazan la miel genuina. Lo mismo sucedió con Jesús. Los colmeneros honestos, como Nicodemo, José de Arimatea o Lázaro, no solo aceptaron la miel que ofrecía, sino que la «amaron». En cambio, los «adulteradores» de su época, los fariseos y las autoridades religiosas, lo rechazaron y lo odiaron.
Producir miel desde un corazón puro
Todos producimos nuestra propia «miel». Un corazón puro y noble produce una miel rica que «se vende» fácilmente, y los mejores compradores son otros colmeneros con las mismas cualidades. Por eso el refrán «dime con quién andas y te diré quién eres» cobra sentido aquí: los colmeneros buenos se reconocen entre sí.
En conclusión, vender miel al colmenero no es solo un desafío, sino una motivación. Nos obliga a cultivar la mejor miel, a cuidar de nuestras abejas con dedicación, a trabajar con alegría y a compartir generosamente nuestros conocimientos. Cuando producimos lo mejor, incluso los colmeneros querrán nuestra miel. Por eso, vender miel al colmenero puede ser uno de los trabajos más apasionantes que existen.
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¡Qué interesante coherencia corazón y mente para la salud! ahí te dejo el enlace: