Sanación Interior con la Medalla Milagrosa
En mi primera visita a la Capilla de la Medalla Milagrosa, en pleno centro de París, me llamó profundamente la atención una sencilla silla tapizada en azul. En esa silla, en 1830, cuando París era azotada por la famosa y trágica peste negra, se sentó “una señora de extremada belleza”, tal y como lo relató Catalina Labouré. Catalina se arrodilló, y esta “señora de extremada belleza” le pidió que mandara hacer una medalla. Muchos de los que luego la llevaron afirman que los curó de la peste.
Inspirándome en esa silla azul que aún se conserva, te propongo un sencillo ejercicio de sanación que puedes realizar para ti o para otra persona.
Ejercicio de Sanación
- Encuentra un lugar tranquilo en tu casa. Toma una silla y ponte de rodillas frente a ella.
- Repite tres veces este mantra-decreto que pidió la Señora de la Medalla: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.”
- Levanta tu brazo derecho y coloca la palma de tu mano sobre el corazón. Concéntrate en tu respiración: respira de manera suave, relajada y profunda. Al inhalar, permite que la energía positiva del universo entre en tu ser; piensa en la paz, la alegría, la armonía, la serenidad, la abundancia, la amabilidad… imagina los rayos de amor y luz de las manos de María envolviéndote. Mantente así durante unos minutos, dejando que la fuerza regeneradora entre en tu corazón.
- Luego, coloca ambas manos sobre la silla e imagina que eres Catalina Labouré, y que frente a ti está María. Habla con ella; exprésale lo que te salga del corazón, dialoga, escucha. Deja en ese momento tus angustias, enfermedades o las de la persona a quien deseas ayudar.
- Después de unos minutos, vuelve a colocar tu mano derecha sobre el corazón. Con cada inhalación, siente cómo entra toda la energía positiva del universo en tu corazón. Hazlo al menos siete veces, o nueve, once, trece, si puede ser impar… según lo sientas.
- Al finalizar, repite la jaculatoria que la Señora de la Medalla Milagrosa propuso, tres veces, siete o nueve veces: “Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti.”
Con un espíritu renovado y un corazón en paz, vuelve a la realidad de aquí y ahora, sintiéndote enraizado en el planeta Tierra.
¡Paz y bien! ¡Paz y alegría!
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