Si, con cierta frecuencia necesitamos una mordaza en nuestra boca, no con menos frecuencia, deberíamos hacer lo mismo con la venda. Podríamos decir: “Pondré una venda en mis ojos”.

Lucía comenta: “El otro día discutí con mi compañero de trabajo. En plena pelea me encontré con sus ojos y vi en ellos rencor, odio. Me dio mucho miedo, más que miedo fue pánico. ¿Es eso normal?”.
–Pues a mí me parece que no es bueno eso– responde Lucas-. Aún más, mi sobrinito de cinco años, solo quiere darme golpes, solo juega conmigo a base de amenazas, violencias, venganzas…., y le brillan los ojos con un color raro. Pero luego sospeché donde pudo haber aprendido porque jugué con él online y resulta que, aún siendo un juego para niños, se golpean, se insultan, se agreden, el héroe se venga de sus enemigos….
-“Pues mi abuelo es insoportable -ahora el que habla es Juanjo- se mira todos los noticieros y no para de hablar de violencias, robos, corrupción…, no puedo aguantar a su lado más de dos minutos y, creo que lo que dicen ustedes tiene razón, el otro día después de una discusión sobre no sé qué caso de corrupción le miré a los ojos y parecía que tenía sangre, es como si de su vista saliera algo rojo como fuego …”

Poner una venda en los ojos quiere decir que cuidas lo que miras y cómo lo miras, que cuidas tu corazón para que no se enturbie con aguas emocionales negativas que vienen de afuera y que entran por las miradas.

Los ojos son el espejo del alma. Esta se ve reflejada en todo lo que entra por la vista. Es muy importante, insisto, lo que se mira y cómo se mira. Lo que entra por los ojos penetra hasta adentro, hasta lo profundo del ser humano.

Si hay humo en los alrededores, cierra la ventana de tu alma, baja la persiana para que no entre lo oscuro que viene de afuera. Esto no quita que hay que ver, observar, analizar, mirar…, con colirio la realidad. Ahora bien, cuando los ojos se nublan con humo, para que la visión no sea negra entonces pon una venda en tus ojos.

Gumersindo Meiriño Fernández