La noche de Reyes, a nivel teológico, es la antesala de la Gran Epifanía de Jesús como Mesías y Redentor. A nivel humano, es una noche mágica, especialmente para los niños: seres inocentes y sencillos. Sin embargo, también nos deja un mensaje para nosotros, los adultos: nunca pierdas del todo ni la sencillez ni la inocencia.
Sencillez. El niño, en su pureza, encuentra alegría en lo más pequeño. Un regalo humilde y sencillo en la noche de Reyes puede convertirse para él en un tesoro que llena su corazón de felicidad. ¡Sé como un niño: alégrate con las pequeñas cosas que cada día pone en tu camino!
Inocencia. El inocente rara vez percibe la maldad que lo rodea. Esa pureza, de forma casi mágica, actúa como un escudo, pues el mal a menudo regresa a quien lo genera, como un boomerang, sin alcanzar a tocar al inocente. Además, la inocencia nos abre los ojos al asombro, permitiéndonos redescubrir lo cotidiano con una perspectiva nueva y luminosa. El niño se maravilla ante lo habitual, encontrando brillo en cada momento. ¡No dejes que la rutina te robe esas gotas de inocencia!
Esta noche, deja un zapato en la ventana de tu corazón y pide a Dios que lo llene con un regalo. Tal vez dos: una pizca de inocencia y una abundancia de sencillez de corazón.
Feliz noche de Reyes. Que tu día esté colmado de paz y alegría. Y mejor aún, convirtamos cada noche en una noche mágica, caminando con estos dos zapatos: la Sencillez y la Inocencia.
Voy a hacerlo…!
(dejar mis zapatitos en alguna ventana)
A ver si tengo la fortuna que me dejen una pizca de inocencia y una abundancia de sencillez de corazón.
FELIZ REYES!