
En aquel tiempo, Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén. Les dijo:
Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos»
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El salmo nos sigue movilizando por aguas en las que los seres humanos solemos hundirnos, sino estamos con los ojos puestos en el «más allá», eso sí, sin olvidar el más acá.
Solo hay una justicia totalmente imparcial la de Dios que mira «más allá» de los gestos, de las palabras, de los hechos…, «más allá», están los pensamientos, las omisiones, los deseos e incluso las intenciones, lo más recóndito del ser humano. Ese «más allá», –aparentemente tan escondido, tan secreto– de cada ser humano para Dios no tiene secreto alguno.
Actúa siempre así pensando que Dios te mira, habla sabiendo que Dios te escucha, muévete sabiendo que Dios observa tus pasos….
Lo que pasa en la superficie, los padecimientos, incluso la penitencia voluntaria, que el salmista tiene que pasar, no le hace perder la esperanza, porque se pone en manos de Dios Adonai
Afirmación:
Ayúdame, Señor, Dios mío, sálvame según tu amor.
Hasta mañana, paz y bien.
Salmo 108 B
Porque soy humilde y pobre,
y mi corazón ha sido traspasado;
me desvanezco
como una sombra que declina,
me espantan como a la langosta;
se me doblan las rodillas por el ayuno,
y, sin grasa, enflaquece mi carne.
Soy la burla de ellos,
al verme menean la cabeza.
Ayúdame, Señor-Adonai, Dios mío,
sálvame según tu amor.
Sepan que tu mano hizo esto,
que tú, Señor, lo hiciste.
Maldigan ellos, que tú me bendecirás;
levántense y sean confundidos,
que tu siervo se alegrará.
Vístanse de oprobio mis acusadores
que su infamia los cubra como un manto.
Daré gracias al Señor, el Grande, con mi boca,
y en medio de los ancianos lo alabaré,
porque se puso a la derecha del pobre
para salvar su vida de los jueces.
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