
«Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy.»
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En el salmo se contraponen el Dios vivo enfrente a los dioses, el ídolo, que son estatuas de piedra y barro.
El ídolo es algo inanimado, nacido de las manos del hombre, estatua fría, privada de vida: sus siete miembros totalmente inútiles: boca muda, ojos ciegos, oídos sordos, narices insensibles a los olores, manos inertes, pies paralizados, garganta que no emite sonidos.
Algo parecido pasa hoy, a veces honramos, nos movemos por dioses de papel, en forma de dinero, de ropas, de autos…, lo damos todo por conseguirlos y olvidamos los hijos, los hermanos, los padres… y lo que es peor, nos olvidamos de nosotros mismos de quiénes somos y para qué vivimos…
Pero por otra parte, está el Dios vivo. La Primavera del Amor que se contrapone al hielo del ídolo inerte.
Pues bien: elige un ídolo inerte o un Dios vivo con el que puedes hablar, escuchar, gritar, sonreír.., un Dios vivo que bendice, que «acrecienta».
Afirmación: Israel, confía en el Señor, El es su auxilio y escudo.
Paz y Alegría, hasta mañana.
Salmo 113 B
No a nosotros, Señor-Adonai, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad;
¿por que han de decir las naciones:
«dónde está tu Dios?»
Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechuras de manos humanas:
Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;
tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que lo hacen,
cuantos confían en ellos.
Israel confía en el Señor-Adonai:
es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor-Adonai:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Que el Señor-Adonai se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga la casa de Israel,
bendiga la casa de Aaron,
bendiga a los fieles de Señor,
pequeños y grandes.
Que el Señor-Adonai os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor-Adonai,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.
Los muertos ya no hablan al Señor-Adonai,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, si, bendeciremos al Señor-Adonai
ahora y por siempre.
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