
Les dijo Jesús: cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?
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En el mundo del fútbol, es común escuchar que el pase del balón (o «pelota», como dicen en América) debe ser «cortita y al pie». De manera similar, este salmo es «cortito y a lo esencial»: breve, concreto y directo. En él, Dios se nos presenta como el Creador y el Adonai Universal, recordándonos una verdad tan básica que, a veces, la olvidamos. Tan fundamental que, en la práctica, no siempre la tenemos en cuenta.
Este salmo nos enseña que Dios no tiene fronteras ni pertenece a una sola nación o religión. Él es el Dios de todos los pueblos, de todas las culturas y de todas las personas. Nadie puede ponerle un cerco ni limitarlo a un grupo específico. Su misericordia y fidelidad son eternas, y todos, sin excepción, tienen el derecho y la oportunidad de alabarlo y bendecirlo.
La alabanza, en este sentido, conecta con lo más profundo de nuestra alma. Es un acto que nos invita a elevar nuestra mirada más allá de lo negativo, de lo feo o de lo que nos desanima. ¿Con qué frecuencia alabas? ¿O, por el contrario, te enfocas en ver y resaltar lo malo, limitándote a juzgar y condenar? Este salmo nos desafía a cambiar esa perspectiva y a centrarnos en la gratitud y la adoración.
Mantra: «Alabad a Dios, todas las naciones; firme es su misericordia con nosotros.»
Paz y Alegría. Bendiciones.
Salmo 116
Alabad al Señor-Adonai, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.
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