Por tercera vez Jesús le pregunta a pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero». Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas…»
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Este salmo, pertenece a la colección de Cánticos de las Subidas o Cánticos Graduales (Salmos 119-133). Eran cantados por los peregrinos que subían a Jerusalén para las festividades.
Vamos con el primero de ellos, el Salmo 119, que es breve y poderoso.
El salmista expresa su descontento por vivir entre personas que aborrecen la paz y buscan el conflicto. Aunque él desea la paz, se siente atacado y rodeado de hostilidad. Este salmo refleja la lucha del ser humano fiel en un mundo lleno de falsedad y oposiciónEs un anhelo profundo del ser humano, la paz del corazón.
Ella, –sí, sí ella la PAZ–, tiene muchos enemigos. Uno de los más poderosos, es la lengua malvada, el labio mentiroso, la lengua embustera. Dicen los Proverbios: La riqueza que amasa la lengua embustera se esfuma como el humo y es una trampa mortal.
Como el salmista, –con la lengua y el corazón–, decreta jaculatorias y mantras: ¡Cómo proclamo la PAZ!
Hasta mañana, bendiciones.
Escúchalo:
Salmo 119
En mi angustia clamé al Señor
y él me respondió.
Señor, líbrame del labio mentiroso,
de la lengua embustera.
¿Qué te dará y qué te añadirá,
lengua embustera?
–Flechas de arquero afiladas
y brasas de retama.
¡Ay de mí, emigrado cerca de Masac,
acampado junto a las tiendas de Cadar!
Habito demasiado cerca
de quien odia la paz.
Yo, ¡cómo proclamo la paz!
¡y ellos prefieren la guerra!
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